Experimentos de laboratorio con animales como el de Rosenzweigh, Bennett y Diamond (1972) han evidenciado los efectos negativos de ambientes con privación ambiental en el desarrollo del cerebro. Estos estudios muestran que aquellos animales criados en ambientes enriquecidos tienen un cerebro más grande, con más interconexiones neuronales, en comparación con aquellos que han sido criados en ambientes de privación. Por otro lado, existen estudios experimentales con animales que muestran el efecto de la privación materna y el estrés en el desarrollo del hipocampo y de la amígdala, afectando su respuesta a las situaciones estresantes (van Praag y colaboradores, 2000).
Igualmente, estudios con niños que crecen en ambientes de pobreza socioeconómica y psicosocial muestran un impacto negativo en su desarrollo cognitivo que afectan su desempeño escolar, siendo este uno de los mayores factores de riesgo para un desarrollo cognitivo y socioemocional sano. Algunos estudios con niños criados en ambientes de pobreza también han evidenciado afectación en el desarrollo del cerebro (Hanson y colaboradores, 2013), en especial en los hipocampos (Hanson y colaboradores, 2011), aunque sin evaluar variables que medien esta asociación entre la pobreza y el desarrollo del cerebro. Se sabe que la pobreza está relacionada con una variedad de factores de riesgo para el desarrollo de los niños, entre otros: (1) una parentalidad que no brinda apoyo, (2) pobre nutrición y educación, (3) un bajo nivel educativo de los cuidadores y (4) muchos eventos traumáticos y estresantes; todos estos factores pueden mediar el impacto negativo entre la pobreza y el desarrollo del cerebro. Por otro lado, existe evidencia del impacto favorable de una parentalidad positiva que brinda apoyo en el desarrollo de los hipocampos.
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