La evidencia científica muestra que el cerebro continúa su desarrollo hacia la edad adulta y no sólo durante los primeros años de vida. Es cierto que durante la niñez temprana hay un gran incremento de conexiones neuronales (sinápsis) y que el ritmo con que se establecen estas sinápsis disminuye con la edad. Igualmente, el ritmo de poda sináptica (eliminación de conexiones neuronales que se utilizan muy poco) es mayor durante la niñez, favoreciendo una mayor eficiencia de aquellas conexiones que permanecen. Sin embargo, estos dos procesos continúan realizándose hasta la edad adulta, en especial en aquellas áreas del cerebro más necesarias para el aprendizaje, permitiendo que éste se pueda construir a lo largo de la vida.
También se sabe que hay períodos en la vida que son más sensibles para ciertos tipos de aprendizaje; por ejemplo, los niños aprenden con más facilidad a discriminar los sonidos de una lengua que los adultos, a quienes se les dificulta este aprendizaje en un idioma al que no estuvieron expuestos durante la infancia temprana. Estos períodos, sin embargo, se refieren más a aquellos relacionados con funciones que involucran habilidades perceptuales, motrices y de memoria que se aprenden naturalmente en un ambiente apropiado. Por lo tanto, la gran mayoría de los aprendizajes se pueden adquirir a lo largo de la vida en ambientes con un estímulo y una enseñanza adecuados.
Se ha hablado mucho de la importancia de la estimulación temprana para el desarrollo de las sinápsis y para el aprendizaje. Sin embargo, los resultados de los estudios dicen más acerca de los efectos negativos de un ambiente privado de estimulación que de los positivos de un ambiente enriquecido. Es por este motivo que los niños que han sido abandonados o descuidados muestran retardos o déficits en su desarrollo cognoscitivo. Hay evidencia, por lo tanto, que los ambientes empobrecidos inhiben el desarrollo neuronal pero no que los enriquecidos lo realzan. Se puede esperar, por consiguiente, que niños que han crecido en un ambiente propicio tengan también buenas potencialidades para aprender.
Durante la adolescencia el cerebro presenta un desarrollo importante, sobre todo en las zonas donde se llevan a cabo los procesos cognoscitivos más complejos, la corteza temporo-parieto-occipital y la corteza prefrontal. En estas regiones cerebrales la poda neuronal no se inicia hasta la pubertad. Además, durante esta etapa también hay un aumento de la mielinización en estas zonas del cerebro. La mielinización es un proceso mediante el cual las fibras nerviosas se recubren de una sustancia lípida llamada mielina, permitiendo una mayor velocidad en la comunicación de la información. Al mejorar la eficiencia de la comunicación neuronal se favorecen los procesos cognoscitivos más complejos y es por eso que durante la pubertad se comienza a desarrollar el pensamiento formal más abstracto. Durante los años de la adolescencia, por lo tanto, se presenta una reorganización del cerebro. Puesto que el cerebro se sigue desarrollando durante esta etapa, es importante continuar hacia la educación secundaria y superior con el fin de moldearlo hacia un funcionamiento más eficaz.
El cerebro continúa su desarrollo durante la edad adulta. A medida que se aumenta en edad, sin embargo, se hace menos plástico y se pierden neuronas a un ritmo mayor. Sin embargo, todavía no se comprenden bien los efectos que esta pérdida tiene sobre el aprendizaje. Por otro lado, hay evidencia de neurogénesis (reproducción de neuronas) en un sector del cerebro, el hipocampo, área de gran importancia para el aprendizaje y la memoria. La plasticidad del cerebro a lo largo de la vida adulta sugiere que está bien diseñado para el aprendizaje continuado y la adaptación a situaciones y experiencias nuevas. Los nuevos aprendizajes y adaptaciones pueden estimular cambios significativos en la estructura cerebral.
Podemos concluir que los seres humanos tenemos la posibilidad de aprender a lo largo de toda nuestra vida. Igualmente, el cerebro se desarrolla continuamente gracias a su plasticidad, en condiciones normales de salud. Tenemos que aprovechar esta gran potencialidad no sólo en los niños sino también en nosotros como adultos.
Bibliografía
Howard-Jones, P. (2007). Neuroscience and Education: Issues and Opportunities, TLRP commentary, London, TLRP.
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